Tratado de Paul Otlet |
La figura del bibliotecario ha ido evolucionando conforme la historia avanzaba. Así, entre los "primeros" bibliotecarios y los actuales encontramos diferencias propias del contexto. Mientras los primeros básicamente se encargaban de guardar la información, en los actuales vemos que no sólo la resguardan, sino que también se encargan de su conservación, catalogación, difusión e incluso asumiendo el rol de formadores e instructores gracias al período de formación e instrucción al que se somete un documentalista científico para alcanzar la Información Científica.
Podemos considerarlos en cierto modo como los cuidadores de la memoria cultural e histórica, formando una pieza clave para el desarrollo de la herencia científica.
No serán pocas las veces que durante la antigüedad (la Biblioteca de Alejandría en el siglo III a. C. o Hernando Colón durante el siglo XV d. C.) se intentará unir todo el conocimiento en un único lugar (biblioteca), pero al estar la información en manos de unos pocos era muy difícil (clero, reyes); a esto le tenemos que sumar la no existencia de la imprenta y que la mayoría de escritos eran de origen religioso. Fue un fracaso, pues la infraestructura de la época y la poca difusión de los libros no ayudaron a alcanzar esta meta.
Los bibliotecarios adquieren la responsabilidad del mantenimiento de la memoria, pues saben que sin ella sería volver a un punto de inicio, y gracias a esta labor la ciencia avanza. Comprenden que el conocimiento es lo que queda registrado, y gracias a este registro se crea cultura.
Tras la Segunda Guerra Mundial surge la necesidad de organizar la información en catálogos, que se hace con un lenguaje humano y accesible, lo cual facilitó la comunicación entre científicos de diferentes campos, aspecto indispensable para el avance de la ciencia. Destaca la figura de Paul Otlet (1868 - 1944; "dedicó toda su vida profesional a solventar o mitigar el problema del acceso a la información almacenada para el mayor número de personas", cita de Wikipedia) en su lucha por crear un estándar para organizar la información, aunque por desgracia no tuvo éxito, sí sentó las bases sobre como organizar la información para el futuro.
El bibliotecario/documentalista no tiene armadura ni corcel ni espada, el lucha con su mente, con sus métodos intelectuales; lucha contra la ignorancia y ayuda al desarrollo del saber. Sus armas son intelectuales, orientadas a la preservación y expansión del conocimiento. En ocasiones parecerá invisible, no nos percataremos de su presencia, pero su sombra es alargada y trabaja sin descanso por y para el conocimiento.
Publicado y escrito por Gustavo Adolfo Hitos Madrid, alumno de 1º de Información y Documentación (Grupo A), Granada, curso 2016-2017.
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